Todo va viento en popa y los tres propósitos de enero se van cumpliendo con bastante dignidad. Los niños se han acostumbrado ya a trastear conmigo entre harinas y huevos una vez a la semana e incluso el mayor está cogiendo el gusto a los panes. Ya no solo se los come, sino que ayuda de cuando en cuando con el rodillo para sacar el aire a la masa tras el primer levado. Y lo de caminar, pues algunos días me cuesta más, pero no he desistido. Creo que es la vez que más he perseverado en los buenos propósitos de un nuevo año en toda mi vida.

Pero está claro que las cosas se van a ir complicando y ya tenemos encima San Valentín, el Día de los Enamorados. Muchos huyen del carácter comercial de la fiesta y yo no soy una excepción, pero aquello de tener un detalle con quien te soporta nunca está de más así que vamos a planificar con algo de tiempo un regalo muy personal: una tarta. Le gusta el dulce a rabiar, así que juego sobre seguro. Tanto como que seguramente haré un ensayo previo una mañana de estas, a solas, para asegurarme de que me va a salir bien la definitiva.

¿Y qué mejor que pertrecharme de alguno de esos adornos tan originales que se han incorporado al catálogo de Cocina y Repostería? He visto incluso un molde para que cada ración de tarta lleve dibujado un corazón. Otra opción es usar el molde de corazón que compré el mes pasado para elaborar una buena tarta de queso, que sé que le encanta. Se me derrite la boca de pensar en la mermelada de frambuesa que va a sobrar si la hago…

Ahora bien, se plantea un problema. Tengo que conseguir que los niños no cuenten nada así que se me ha ocurrido hacer otra cosa con ellos que crean que va a ser el regalo de San Valentín. Ahí tengo algunas dudas. Por ejemplo, podría estar bien fundir chocolate y pasarlo a un molde de corazones. En realidad es para hacer piruletas, pero seguro que podemos adaptarlo para chocolate.

También existe la posibilidad de hacer unas galletas de chocolate y conseguir con este juego de cortador y sello que aparezca un corazón en ellas. Me parece casi mejor opción para los enanos porque con el chocolate apenas si pueden hacer nada, que está caliente, pero con las galletas pueden colaborar mucho mejor.

Seguro que de aquí a que se acerque la fecha se me ocurre algo más para que los niños crean que ese va a ser el regalo. Se trata de que no sean capaces de mantener el secreto y que la sorpresa vaya por otro lado.

Y ya que estamos vamos a ponernos otro propósito: para el año que viene tengo que conseguir hacer los éclairs para enamorados de la receta de Robledo García. Me ha fascinado la idea así que tengo que aprender mucho este año.

Volvamos a la cruda realidad. Sorprenderé a mi pareja con dulce y trataré de confundirle con la treta de hacer algo alternativo con los niños. Ya os contaré.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies