No os lo he contado porque mi mala cabeza me ha hecho retrasarme un poco a la hora de escribir, pero tuve un éxito rotundo con la tarta del Día de San Valentín. Hice la prueba previa a escondidas y luego los enanos “me ayudaron”con la definitiva. Salió estupenda y por eso me he liado de nuevo la manta a la cabeza con la ayuda de lo que voy encontrando en la tienda de Cocina y Repostería.

Bueno, por eso y porque esto de las comuniones se nos ha ido de las manos. Al margen de lo que cada cual piense y crea acerca de la religión, lo de las comuniones se ha convertido en un escaparate de vanidades que se acerca con mucho a la celebración de una boda. Y por ahí no paso.

La única solución que se me ocurre es reunir a la familia en el campo, que para eso tenemos una casita allí, marcarnos un estupendo arroz y que vengan si quieren venir los amigos más cercanos de mi hija, pero eso va a estar complicado porque hacen la comunión el mismo día, así que la cosa va a ser previsiblemente muy familiar.

Pero, eso sí, no va a faltar una tarta de comunión como Dios manda. Ya estoy ensayando con cosas que hasta ahora no he probado a hacer nunca. De momento, he entrado en el increíble mundo del fondant y he comenzado a hacer pruebas para recubrir bizcochos y recubrirlos con esa fina y deliciosa textura de color blanco impecable.

Las primeras pruebas no fueron del todo satisfactorias hasta que me di cuenta de dos errores básicos que cometí.

En primer lugar me empeñé en alistar el fondant una vez superpuesto sobre el bizcocho de pruebas con un cuchillo grande y por mucho cuidado que le ponía, pues no quedaba bien. Se ha solucionado usando este set de alisadores. Parece una tontería, pero el resultado es muy distinto, de verdad. Un pequeño secreto: suspiro por este set completo de accesorios para adornos y en cuanto tenga el nivel que espero tener haciendo tartas, me lo compro. Es un capricho, pero…

En segundo lugar, tras recubrir el bizcocho, al poco salían grietas. Se ha solucionado estirando menos la lámina con la que recubro la tarta y, sobre todo, repasando con el fondant sobrante del recorte las imperfecciones del propio bizcocho.

Ahora, una vez superada la técnica del recubrimiento con fondant he pasado a la fase de decidir de qué va a ser la tarta y aquí se abre un mundo de posibilidades en el que me tengo que adentrar sí o sí. De nada sirve hacerle una tarta preciosa a mi niña, con su figurita en todo lo alto, si por dentro es un simple bizcocho.

Una cosa son las pruebas y otra muy distinta el objetivo, así que ya me he puesto a buscar y a probar, pero admito sugerencias si es que alguien quiere compartir una idea. Todo sea porque mi niña tenga una tarta de comunión de esas que se recuerdan toda la vida…

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